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Selección de anuncios de empleo

Para «pedir» trabajo basta con un enlace a un portal de empleo y un «intro»; con eso ya otros se encargan de seleccionarnos o ignorarnos. Para «competir» por un trabajo se requiere primero información suficiente sobre la demanda del empleador para decidir si la mejor oferta personal de servicios que podemos presentarle ahora es competitiva, e iniciar el esfuerzo comercial que implica conseguir ese trabajo, o asumir que sería «spam», que nos quemaría como candidatos, nos desmotivaría y nos haría perder el tiempo y a terceros.

El ciclo del anuncio de empleo

Un anuncio de empleo es una necesidad de empresa a la que ya se ha dado una solución más o menos cerrada, una remuneración devaluada, una masa de competidores, un reclutador que puede desconocer todo sobre el puesto o un robot ciego. El anuncio, por ineficiente, por incontrolable, es un último recurso para el trabajo 40k+. El reto, el acceso a fases del ciclo con mayor participación en la definición de la solución y menos competidores.

Análisis de anuncios de empleo

Para “pedir” trabajo basta con leer el perfil de requisitos del anuncio y ver que se cumple al menos sumariamente. Para “competir” por un trabajo se requiere profundizar en el análisis de la demanda del anunciante para decidir si la propuesta de servicios más ajustada que podemos presentar ahora es competitiva y «voy», o sería spam y «no voy». Veremos que el mismo análisis de la demanda es en sí mismo un elemento de competitividad.

A los mejores no los quieren en ningún sitio

Ayer, el talento recibió un nuevo ataque. Esta vez en el suplemento neoyorquino de El País. La clave del éxito profesional está en la «mentalidad de desarrollo» más que en el talento, según la psicóloga Carol Dweck. En su libro «Mindset: The new psychology of success», dice que la «mentalidad rígida» de los que nacieron con coco y dones, que suelen estar demasiado preocupados por parecer listos y no cometer errores, no les permite alcanzar todo su potencial. El calvario de los mejores continúa. Ella arremetía contra la contratación de «mejores» certificados en escuelas de «mejores», tipo Wharton [pronúnciese uaártn], la mayor fábrica de arrogancia del mundo, casi todos alt@s, guap@s y pij@s; MIT o Harvard, donde es obligatorio el «eeem, eeem» mayestático entre palabras. A los mejores, estereotipo «número uno de la clase«, nos los comemos con patatas en cuanto los vemos aparecer. Son los candidatos número uno al acoso más cruel, y más si vienen de «protegidos de». No les dejamos ni silla. Eso decía un número uno en derecho, económicas y las …