La proactividad ha sido siempre un concepto de altura, con todos los riesgos que eso conlleva. La wikipedia habla de actitud, sujeto, pleno control, acciones audaces, libertad de elección, decidir qué hacer en cada momento. Uff. En otros sitios te la asocian con el éxito profesional, la felicidad y la salud mental, o la entronizan como un valor moral y social. El concepto se presta al lucimiento intelectual, al manoseo elegante del debe ser, a la monserga moral, a la seducción por el cuento, al coaching. Y hasta hay quien habla de su ejercicio como lujo elegante, desvinculado de cualquier finalidad alimenticia, manifestación de una aristocrática autoposesión personal.
La proactividad para otros
La proactividad perdió empuje cuando entró en la mitología manipulativa de las relaciones laborales. Colocada junto a los casposos compromiso, integración y alineación, que tan mal encubrían al clásico “obedece y no pienses”, la proactividad te permitía pensar un poco, cómo ibas a reaccionar. La inteligencia la ponían otros, el Estado Mayor o McKinsey. Dicen que facilitaba el éxito profesional. Bueno, la proactividad y algo más. Proactividad + polivalencia también podía llevarte a trabajar de administrativo, comercial y director de oficina bancaria, todo a la vez con sueldo de auxiliar y contrato de 6 meses. Que la proactividad fuera vendida por quienes luego negociaban a la baja tu coste como pasivo reveló a muchos que otra proactividad era posible.
En esto llegó la crisis, ese que negociaba tu coste ha estado sentado contigo en el SEPE, la digitalización se extiende como el chocolate de Candy Crush, las empresas han resultado ser precarias también, las reglas de juego en lo laboral han cambiado aunque todavía no conocemos las nuevas, y tenemos delante un mar de posibilidades insospechadas para toda la población activa, o de riesgos amenazantes para todos los reactivos de 8 a 5 h, según se mire.
La proactividad, a tierra
Este revolcón ha bajado la proactividad a tierra. En realidad ha sido un aterrizaje forzoso, ha ido a estrellarse contra la supervivencia. Y así ha quedado, que no hay cirugía estética que las separe. Antes virtud, ahora pura necesidad. Antes opcional, ahora urgencia personal e intransferible. Antes concepto de salida y de altura, ahora pura llegada, con tres variantes, ingreso en cuenta, en mano o en especie.
La proactividad da trabajo. Hemos hecho un recuento y nos salen 10 actividades en las que un reactivo no se suele ocupar. Unas para el medio plazo y otras para el día a día. Veamos.
1 Llegada. El reactivo nunca le dice que no al jefe, coge el primer trabajo que encuentra y cuando le despiden se queja de lo mal que están los sueldos. Su destino apunta a becario otra vez. El hiperreactivo primero dispara y luego apunta. ¿Networking? 3000 contactos. ¿Candidaturas? 800 CVs enviados al mes. ¿Marca personal? Todo el día colgado de las redes sociales. Y luego se queja de lo mal que está el país. El proactivo empieza por el final, marca primero la llegada:
800 € más al mes, con 300 € en comisiones, viajes solo por Europa y dar la entrada para un piso en 20 meses.
2 Análisis. El proactivo también tiene sueños y su pareja caprichos, pero son otras cifras. A estas llegó después de darle vueltas durante unos meses a unos cambios, en su modesta opinión ‘razonables y posibles’, que sigue contrastando y refinando:
Entrar en el sector del vino, hacer un master, esto no lo tengo claro todavía, y pasar de pequeña a mediana empresa. Otros compañeros de calderería inoxidable se han pasado al vino con facilidad y les está yendo bien. Estoy siguendo en Linkedin a todo el que entra y sale de bodegas exportadoras. Con el sueldo medio de un Export Area Mgr me acercaría a mi objetivo. Estoy cansado de no vender producto español caro a países en desarrollo. El vino español compite bien por precio. No viajaría por África pero no me apetece viajar a China y Europa está saturada ya. También me falta algo de experiencia con representantes y distribuidores. Y conseguir que mi jefe actual esté más relajado conmigo, todavía no estoy seguro de sus referencias.
Fijaros en dos cosas. Este ex-reactivo toma como modelo a practicantes, otros en parecida situación ‘que les está yendo bien’, utiliza modelos de llegada, gratuitos, no de salida, sin comprobación. Dos, no tiene claro nada, no se ha caido de ningún caballo ni ha recibido ninguna luz, mira ahí fuera y sigue contrastando su apuesta, sofisticando su planteamiento, él solito.
3 Planificación. El proactivo se organiza, organiza sus recursos, ordena sus acciones, sincroniza su planning con su smartphone, como todo el mundo que lo hace, pero además se pone deberes para su segunda actividad y acercarse a su ‘llegada’. Deberes para lo que está en su mano, intentando moverse lo más posible en el ámbito que controla, evitando colisiones, intromisiones o molestias. Si algo no está del todo en su mano, toma nota del riesgo. Nuestro proactivo, además de las acciones esbozadas anteriormente trama algunas ideas para llevar a cabo en la empresa que pueden revalorizar su CV para Export Area Mgr.
Está considerando elevar el nivel de sus análisis de mercado, sorprender al Dtor. Comercial, proponerse para hacerse cargo de alguno de los países que van a abrir el próximo año, dejarse la piel en una operación de 1.2 M€ actualmente en curso que le pondría en el escaparate entre los comerciales, mejorar sus relaciones con el jefe de la oficina técnica, que sin saber por qué le demora las propuestas técnicas, y hablar más con su jefe, informarle más y conversar.
4 Libertad funcional. El área de control personal es tan relevante para el salto a la proactividad que le dedicamos varios puntos. Es el área donde se puede ser proactivo frente a los obstáculos y conseguir resultados sin chocar con otros y generar satisfacción. A diferencia del reactivo que se degrada y suicida en guerras que no son suyas.
La reactividad atonta hasta nublar el objeto mismo del servicio y los límites del area personal de actuación. Mucho del trabajo actual, si no todo, responde a la fórmula ‘servicio temporal para resolver un marrón al coste más bajo’. Un marrón típico, vender un producto malo, caro y sin demanda. Que un reactivo al descubrir, tarde, el marrón reaccione con un ‘es que este producto es caro, malo…’ es una divagación fuera de su tiesto y preocupante si no va acompañada de la agitación suficiente para venderlo, preocupante porque puede ir seguida de todo el ciclo de degradación profesional, discontinuación automática del servicio, desprestigio, desmoralización, período perdido en cuando a desarrollo profesional, dificultades de explicación en entrevistas, CV devaluado, acceso a puestos cada vez más marginales, etc.
5 Libertad interpersonal. Establecer el área de control en la empresa, funcional e interpersonal, es un trabajo nuevo porque las relaciones entre personas ahí dentro tras el revolcón aludido ut supra ya no están determinadas por jerarquía, estructura, cultura, función, colaboración, competencia ni ningún otro concepto apriorístico. El área de control se investiga, negocia y defiende persona a persona, como otra actividad proactiva más, sin esperas, presentándoles impresiones y experiencias que faciliten la consecución de los resultados propios. Desatender esto, dejar que tu imagen la creen otros a partir de suposiciones o rumores, es renunciar al área de control, convertirse en pelele, arriesgar la supervivencia.
Llegar a esa negociación con prejuicios o afectos hacia cualquier tipo de ‘debe ser’ o lo que fue, eres o has sido en otro sitio u otros tiempos es llegar escayolado. Si dudas que sea tu caso, lo más recomendable es que te hagas un lavado y peinado mental.
6 Control voluntario. Decíamos arriba que todos tenemos cabeza, corazón y músculos. Dicen que los reactivos emplean más el corazón, los hiperreactivos, los músculos y los proactivos, la cabeza. Parece que una actividad controlada, es decir, voluntaria, con dominio sobre la cabeza, corazón y músculos es preferible, al menos en la transición de reactivo a proactivo. Por eso señalamos aquí esta tarea especial que tradicionalmente se ha llamado autocontrol y que tiene como principales batallas para un reactivo interrumpir las respuestas automáticas a estímulos emocionales fuertes, mantener la serenidad, inhibirse o generar con serenidad estímulos coherentes con una solución favorable.
7 Causalidad. La iniciativa se ve cuando hay fuego, se decía. El reactivo se queda sentado. ‘Si, parece que ha habido algo. Yo he estado aquí todo el tiempo por si me decían algo, pero no, no me han dicho nada’. El hiperreactivo es el primero que grita fuego, fuego, toca todas las alarmas, busca al jefe y se queda a su lado. El proactivo está junto a las llamas y las apaga en un plis plas con uno de los extintores que mandó comprar hace 6 meses al ver el estado de las conducciones eléctricas y los cuadros de mando de la empresa.
La iniciativa se ha devaluado desde que la proactividad es finalista. Ese fuego casi lo apaga cualquiera pero otros fuegos requieren una proactividad más técnica para ser eficiente. Nosotros preferimos insistir en la causalidad, el poder de generar a corto o a medio los resultados esperados o impedir la aparición de los no deseados con cadenas cada vez más complejas de acciones o estímulos, y esa proactividad puede ser cada vez más sofisticada y especializada.
8 Interacción. El reactivo funciona por estímulo y respuesta, E-R. Si le insistes, E-R otra vez o, puede inihibirse para poder denunciar el E. El hiperreactivo, E-RRRRRR. I-RRRRRRR. O-RRRRRRR. El proactivo, E-R-E-S-A-L-T-A-Y-D-E-L-G-A-D-A. Este puede responder o inhibirse o generar estímulos nuevos, y no abandona tras la primera respuesta ni repite la anterior; varía las siguientes tras nuevos análisis de la situación generada por la anterior. En consecuencia:
9 Comunicación. Intercambia 3 ó más respuestas con el interlocutor sin repetirse.
10 Negociación. Maniobra ante la primera respuesta contraria a su planteamiento para ofrecer situaciones con balances diferentes para las partes sin recurrir a la insistencia verbal.