«En las grandes empresas te malcrían. Vete a una startup o móntala tu». Es el razonamiento que se hacía un papá el día de la graduación de su hijita. Y argumentaba:
Las grandes empresas han triunfado con una fórmula que les ha funcionado. Tu misión es adaptarte a ella y perpetuarla. En las startups esperan que encuentres la fórmula.
En las grandes empresas te pagan para que sigas haciendo lo que les ha venido funcionando. En las startups, por arriesgarte y encontrar cosas nuevas que funcionen.
En las grandes empresas aprenderás a envanecerte de tu tarjeta de visita. En las startups a estar orgulloso de tu cabeza y tus ideas.
En las grandes acabarás preocupándote si la máquina de refrescos del pasillo se agota. En las startups es más probable que te preocupes de los problemas de los clientes o de agotamientos más macro, los fueles fósiles, y cómo generar soluciones rentables al problema.
Claro que se puede aprender mucho en una gran empresa, entre otras a sobrevivir en la gran empresa, pero la mayoría de los aprendizajes vienen del pasado y están escritos en reglas o manuales de procedimientos. El negocio y la estrategia lo viven cuatro. En las startups te espera el caos, ni libros ni siquiera estanterías, pero estás en el negocio, al jefe le puedes ver y oler, tienes más oportunidades de crear cosas, participar, que se note y se te respete.
Pero sobre todo, aprenderás a sobrevivir al posible fracaso de tu startup. Para el de la gran empresa no te preparan.