En el trabajo sólo existe el amor que tu le pongas. Las empresas no dan amor. La conciliación trabajo-familia intenta asegurar nuestro suministro diario, de la familia. ¿Para qué se ha inventado el trabajo desde casa además de para ahorrar en oficinas? En la empresa queda poca lealtad por ninguna de las partes, poco desarrollo profesional, pocos equipos que duren más de 18 meses. Es un lugar de paso.

Esa frase que tanto oimos a gente que no ha trabajado nunca en empresa o han fracasado en alguna, ‘encuentra el trabajo que te gusta y no volverás a trabajar’ resulta que también es una sandez. En España eso ya lo sabíamos. En EEUU, que son más empíricos, ha sido una investigadora de la «esperanza», no ya del amor, en el trabajo la que ha mostrado, después de estudiar a miles de trabajadores, que sólo un 1% de los estadounidenses aman su trabajo, pero no porque fuera su trabajo soñado sino porque ellos mismos lo han hecho «amable». Los mejores «amantes» no son las estrellas del rock ni los gestores de hedge funds sino los maestros, los empleados de gasolinera, en extinción en España, y los predicadores, aquí conferenciantes, en expansión burbujeante (oído, gasolineros).

Esta investigadora, Shane López, ha ido más allá en busca de la piedra filosofal. ¿Es posible la esperanza en el trabajo? ¿Cómo son esos amantes? ¿Qué pasión o iluminación o verdad bulle en su interior? ¿Amante se nace, se pace o se yace? Y nada, no ha encontrado nada, nada raro. Lo único que les pasa es que «quieren» hacer amable su trabajo. Y lo segundo, no cogen a ciegas el primer trabajo que llega, se buscan empresas que les dejen hacerlo. Ver GreatPlacetoWork, Kombook, Glassdoor y similares o venir al grano.

Y una vez dentro no se escaquean, entran en el circuito «virtuoso» del job crafting: trabajan más en lo que hacen mejor, donde son más productivos, y consiguen más autonomía del jefe, más acceso a nuevas oportunidades y retos, más control de su actividad y de sus relaciones personales. ‘Obras son amores’, como siempre.