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El placer de que tu mercado te responda

Nos referimos al placer que se experimenta cuando envías tu nueva propuesta de servicios a participantes destacados de tu sector, empleadores, consultores y reclutadores, y te aceptan la entrevista cara a cara, te reciben interlocutores del máximo nivel con un interés genuino y rematan con sus opiniones sobre la propuesta y sus posibilidades. No hablamos de ningún nuevo pasatiempo virtual sino de la fase de test de mercado de la actualización de cualquier oferta de servicios personales, antes reinvenciones.

Viene esto a cuento del desolador panorama que recientemente describía Rafael Oliver, la sobreoferta de consultores y freelance, por reinvención mágica, forzada y masiva de profesionales en paro, les va a condenar al trueque entre ellos. No hay cliente para tanto indio. Días después el mismo autor hacía la crónica de un encuentro de negociantes digitales con una conclusión como Dios manda: el negocio digital no es negocio y los teóricos pueden decir misa. El mismo asunto, saturación, supervivencia y harakiri comercial colectivo. No todo es lamento, dos soluciones: micronichos, con un volumen de negocio que nunca te hará rico, y negocios de volumen, con necesidades de inversión que exigen que seas rico antes. Lo del viaje y las alforjas. La llevamos buena.

Nos gusta de Rafael eso de que los teóricos y los practicantes parecen vivir en dos mundos distintos, en realidad en dos negocios distintos que algunos confunden, pero no vemos tanto consultor ni tanto negocio como él dice. Vemos muchos escaparates pero pocas tiendas, pocos negocios. La visita al escaparate no tiene nada que ver con la campanilla que suena cuando alguien entra en la tienda, el saludo al dependiente, el manoseo del producto, el cuánto es, me lo llevo, tarjeta o metálico, ruido de caja registradora, ruido del boca a boca.

La internet social ha creado un mundo mejor, ha eliminado casi totalmente la fea costumbre de la humanidad de publicar sus fotos borracho, por ejemplo, pero ha fomentado el impudor y se está cargando el sentido del ridículo. El culto a la beta permanente como filosofía es irrefutable y como práctica, obligatoria, lo explicamos más adelante, pero, oiga, no se tome al oráculo tan al pie de la letra, hay una beta mínima que hecha en público es desnudismo y puede ser hasta onanismo. Eso es mucho peor que la borrachera, hay quien no va a levantar cabeza socio laboralmente hablando en mucho tiempo. El placer de la entradilla viene de una beta real completamente privada, en la más absoluta intimidad, pero social, tramada con la ayuda y los límites de Linkedin y la inapreciable de centralitas, teléfonos, secretarias y correos electrónicos, todavía vigentes en el mundo real, el de las ventas.

Muchos de los intentos de negocio o reinvenciones son autistas, con mucha inspiración o desesperación o amor, al riesgo o a la gran idea o a la más ‘cool’ o al guru más ‘cool’, pero poco mercado, pocos clientes y muchos competidores. Así no se puede salir de la fase de intento, no sonará la campanilla y mucho menos la caja, beta-basura social permanente y drama familiar creciente. Al mercado, sean empleadores o clientes, hay que tratarlo con respeto porque siempre es menos idiota que el candidato y sus asesores. Y de los competidores hay que huir. Respeto al mercado es conocer sus nombres, apellidos, whatsapp y caprichos, e ir de su mano durante el embarazo, parto, lactancia, infancia, adolescencia y posteriores. Respeto es cambiar tu gran idea por otra sólida, que les resuelva algo y no se la hayan ofrecido otros 15000. Y cuando se hacen así las cosas te responden y da el gustito del título.

En muchos de los intentos de negocio o reinvención subyace todavía la ilusión de lo estable, versión negocio pelotazo que te arregla para toda la vida o servicio que te recoloca hasta la jubilación o pasatiempo hasta que escampe y volvamos a la nómina de toda la vida. La ilusión de lo estable tiene que ver con seguir vistiendo como los Picapiedra o hablando por señales de humo, no con cambiar de ropa cada 15 días o de móvil cada seis meses. Los restauradores y las modistas cambian la carta y sus colecciones cada estación. Meterse en negocios es eso y todos estamos metidos hasta las cejas. Servimos al capricho, la incertidumbre, las necesidades cambiantes…, dígalo como lo vea más amable pero prepárese para el negocio en continuación, la reinvención permanente, el mercado centrismo. Así sea.

Última actualización: 29/06/2013 a las 10.10 h.

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