Lo de trabajar hoy en día está como para ir al grano. Lo laboral siempre ha estado rodeado de hojarasca, anestesiantes, distracciones y entretenimientos. Eran otros tiempos. Hemos estado bailando las músicas de otros. Ahora la cosa está para pocas músicas. A nosotros nos parece que habría que estilizar el trabajo, quitarle michelines. Después de la empleabilidad y la meritocracia, el liderazgo es otro concepto urgentemente prescindible, justamente la pretendida causa de muchos de los males de muchos de los malos y malas enfocando el trabajo.
El liderazgo anda en retirada en lo extralaboral. Vicente del Bosque ha sido el anticristo del liderazgo, el puntillero del concepto. Ya lo había avisado El Roto, no era más que una enfermedad, psicosis, los líderes creían que les seguían. Los dirigentes públicos recientes, carentes de la gesticulación que tradicionalmente se ha entendido como carisma o arrastre, han dejado que la atención ciudadana se pose en sus comportamientos y ¡caramba! El concepto de seguidor es el que está cada vez más por los suelos. El fíate y no corras ya había dado lugar a mil y una versiones de la automoción: autonomía, autoayuda, autocontrol, autogestión, autoempleo… Ya veremos lo que aparece a partir de los últimos acontecimientos.
Destacado participante en lo extralaboral, el sector liderazgo de la industria del entretenimiento también anda de capa caída. Nos referimos a ponentes, conferenciantes inspiradores, escritores, profesores de escuela de negocios, consultores de empresa, coaches ejecutivos y viejas glorias, del liderazgo, aclaremos. Mérito tiene haber vivido de un tema del que todos somos expertos. Pero este negocio puede estar yendo de cabeza al nicho, baste oir a Fernández Aguado y sus batallas púnicas. Ya veremos si con los MOOCs, los webinars y otros e-learnings no nos fastidian las magníficas ocasiones de escabullirnos del trabajo y socializar que estos grandes profesionales nos han proporcionado.
Un poco de hojarasca histórica-psicológica. Hubo en España una generación, ya con canas, que se dio sentido a si misma por la oposición contra un general. El general murió pero la rabia no se acabó para todos. El tirón de la adolescencia se mantuvo en la vida laboral, que muchos han digerido como la oposición a algo, al jefe, la estrategia defectuosa o su ausencia, la cultura de la empresa, etc. El pataleo masoquista, dejo que me avasallen para quejarme de los avasalladores, sería una expresión radical de esa adolescencia consentida por el paternalismo del sistema que la abundancia de empleo permitía.
Lynda Gratton ha puesto el dedo en la llaga de la maduración para el trabajo. El desplazamiento de la economía industrial hacia países más baratos, el estallido de las burbujas inmobiliaria y financiera y la endeble presencia de la economía del conocimiento se ha llevado por delante el paternalismo empresarial. Paternalismo, dos veces ya. ¿Que han sido paternalistas los empresarios? Que ha habido comportamientos filio-paternales, se les pedía seguridad en el empleo, estabilidad y desarrollo profesional, salarios crecientes, carrera para toda la vida… y ellos jugaban esas cartas. Ahora, menos. Ni los grandes. Nortel Networks y Lehman Bros. eran grandes.
El nuevo trabajo sería un asunto de huérfanos. Los empleados, sin papá, ni frontón ni paraguas. Los empleadores, con Parkinson o con Alzheimer. Ninguno puede ya ofrecer, asegurar, pedir o esperar, sino compartir la incertidumbre, inestabilidad, inseguridad, temporalidad y desprotección implícitas a un negocio. Una situación ideal para despabilarse, para ser adulto, dice la Gratton. El trabajo se nos ha quedado en relaciones de adultos entre proveedores y demandantes de servicios, un asunto de oferta y demanda al que va a ser más rentable dedicarse que a los juegos adolescentes.
En el nuevo trabajo (NT) todos somos, con o sin nómina, empresarios unipersonales de servicios. Nos ha caído encima un negocio a gestionar. Algunas diferencias con el trabajo por petición (TxP): los servicios tienen demanda; si no, no hay negocio; el trabajo que se pide puede no existir. El catálogo de servicios cambia cuando cambia la demanda; el TxP puede ser el primero que se hizo en la vida con pequeños cambios. En el NT prima la entrega de servicios y la experiencia del cliente; en el TxP, la cualificación del trabajador. En el NT se seleccionan las oportunidades y los clientes; en el TP no se anda con tantos miramientos. En el NT las condiciones se negocian individualmente; en el TP se acepta el mercado o se traga lo que hay. En el NT las relaciones entre partes se gestionan bilateralmente, con influencia recíproca; en el TxP te gestionan en cuanto te descuidas. En el NT la clave está en el desarrollo de la oferta individual para mejorar la capacidad de negociación; en el TP, se mejora el marketing o el networking.
¿Y el liderazgo? ¿Entre empresarios? Pues eso, cada uno el suyo, relaciones y respeto de adultos. Asociación por acuerdo sobre unos servicios esperados y dejar servirlos. Separación por desacuerdo con los servicios prestados o la experiencia con el otro y adiós sin pataletas. La pregunta correcta quizás sea ¿liderazgo o supervivencia? Adolescentes desnortados o adolescentes que juegan a adultos con el negocio que tienen entre manos. Que lo bueno es eso, que no hay que crearlo, a lo mejor basta con ponerlo en orden.