No hay que ir muy lejos para percatarse que las circunstancias laborales no se prestan para conceptos que no hayan nacido esta semana. En estos dos últimos días hemos tuiteado tres noticias frescas de medios muy accesibles a las que puedes prestar atención o no. «España, cada vez más envejecida» con datos del último Censo, de 2011. Población más envejecida, menos personas productivas en edad activa para mantener a los no activos, añádele el recorte del gasto social acelerado después del 2011. Así que vamos al segundo tuit: «Cuenta atrás para jubilarse a los 67«. A los 67 años trabajando, por ahora, pero vete preparando para los 75. Con 45 eres un neojunior. Y rematamos con «Krugman dixit»: parece que la tecnología y los empresarios-creadores-de-empleo sin escrúpulos no lo van a poner fácil. Dicen que están reduciendo empleo incluso cualificado.
En este panorama ‘empleabilidad’ suena a poesía, empieza a ser un concepto pasivo y cándido. Cuantas más cosas sepas hacer, cuantos más cursos, idiomas, masters, etc. etc. más posibilidades tendrás de que el empresario-bueno se fije en tí y te elija. Como cuando te ponías guapo o guapa y te sentabas en el baile a ver si te sacaban. Pero parece que no, no van a venir a sacarte.
Se podría pensar que es un concepto comercial al servicio de la industria del entretenimiento: universidades, escuelas de negocio, entes de formación tripartita, centros de certificación, escuelas de idiomas, organizadores de congresos, conferenciantes, etc. Cuantas más medallas te pongas en tu CV, más sufrirá tu mamá al ver de lo poco que sirven.
Es un concepto gaseoso e inmanejable. Es todo y es nada. Una aureola sobre tu persona. Un CV de peso, pisapapeles. Una deuda insalvable de la sociedad contigo. Un derecho incumplido. Una pelota en el pingpong político y social. Y nada.
Es un concepto global, por lo tanto, desorientado. Se asocia al mercado de trabajo y el mercado de trabajo no existe más que en el análisis macro. El trabajo se encuentra en mercadillos, y se encuentra antes en los que hay más demanda y menos oferta.
¿Entonces qué? Podemos dejar de perseguir el fantasma de la empleabilidad personal todo terreno o podemos dedicarnos a buscar dónde hay trabajo, a encontrar ese mercadillo. También uno de estos dos días, conduciendo, en Radio 5, un informe sobre el sector de la hortaliza, somos el mayor exportador mundial, problemática, oportunidades, tendencias. Quizás Telecinco debería estudiar estos contenidos para la noche del sábado.
Después, podemos perseguir al empresario-bueno-creador-de-empleo en el sector de las hortalizas o podemos plantar unas lechugas nosotros. Si lo piensas bien es es-tú-pi-do que viendo la necesidad que padece el mercadillo te dediques a esperar que otro la vea y cree una empresa para darte a tí una nómina. Podrías mejorar tu empleabilidad como empresario lechuguero y acabaríamos antes.
Pero si estás pensando que las lechugas son una provocación más a alimentar la burbuja del emprendimiento que padecemos pues te estás equivocando de arriba a abajo. Una de las hortalizas que más se demandan ahora mismo es la Business Intelligence, y en ese huerto hay más subcontratistas que productores, y los productores, casi todos, muy bien asalariados. Más sobre asalariados. Los robots, los empresarios malos y la reforma laboral se están cargando a los empleados «instalados» y se están rodeando de «empreados«, que son los antiguos empleados que ahora oyen Radio 5, entienden el negocio y van a la lechuga, a lo estratégico, como si fuera suya. Y, claro, no van a otras cosas.
Porque la cuestión, ahora mismo ya no es nómina o heterónima, sino mi papel en la nueva situación: investigo yo la necesidad del mercado, creo y pruebo yo la solución y decido si la gestiono sólo o con nómina, es decir, gestiono como empresario individual, o me quedo esperando la llegada del 7º de Caballería. Y eso ahora se llama empresabilidad.