A nosotros nos gusta hablar de la supervisión más que del liderazgo por motivos puramente comerciales.
Hay muchos más supervisores que líderes
Todos tenemos un supervisor. Ahí está tu jefe, por ejemplo. Pero líderes-líderes, sólo ha habido unos pocos. Moisés, Napoleón, Hitler, el hermano de Raquel Welch, Mourinho, Robinson Crusoe… y esta misma lista o cualquier otra serían muy discutibles. El asunto es que como consultores no tenemos nada que aportar a figuras tan acabadas. En cambio, considerar como nuestra clientela objetivo al colectivo de personas que gestionan a otras nos mantiene la ilusión.
Sin intención de molestar: todos somos expertos en liderazgo
Junto con el sexo, la política, la religión y el fútbol, el liderazgo es uno de los temas de conversación favoritos de la humanidad culta. Podemos hablar horas y horas sobre ellos sin practicarlos. El liderazgo existe en nuestras cabezas. La conversación, aunque no permite contrastar la realidad de nuestra teoría, sí permite comprobar su brillantez y coherencia y enriquecerla, indudables placeres para nuestras cultas cabezas. Mientras, Vicente del Bosque duerme tranquilo. Qué te vamos a decir de Napoleón. Si eres ameno escribiendo o dominas el micrófono puedes llegar a cobrar por contar tu idea a otros teóricos del liderazgo, pero vivir del liderazgo es difícil. En cambio, el engorro de la supervisión es algo que muchos practican de forma mejorable. Es lo que dicen los supervisados.
Liderazgo a posteriori. Supervisión a priori.
Uno levantó el garrote y se abrieron las aguas del mar para que pasaran sin mojarse todos los habitantes de su pueblo. Otro arrastró a cientos de miles de paisanos a pasar el invierno a Rusia. Otro, estaba en un crucero, el barco se hundió pero consiguió salvar a tres personas. Otro, guapo o feo, pero el equipo que entrenaba ganó la liga. Otro levantó su empresa o departamento con unos accionistas encolerizados, unos directivos con la soga el cuello y una plantilla desmoralizada. Si consigues resultados con impacto, cataplof, líder consagrado, revuelo mediático y confirmación de todas las teorías sobre el liderazgo. Si eres jefe de contabilidad no te queda otra que irte de crucero todas las vacaciones. En cambio, como supervisor de personas no tienes que esperar al éxito clamoroso de tu misión. Desde el primer día puedes empezar a fastidiar a tus colaboradores o a movilizar su desapego. Y ahí sí podemos ayudar.
Liderazgo de valores. Supervisión de comportamientos.
Los atributos personales para el liderazgo dan mucho juego desde el punto de vista explicativo pero son poco manejables cuando queremos predecir, controlar o cambiar el comportamiento de nuestros clientes, que es lo que intentamos algunos consultores. Sería demasiado largo, caro y poco eficiente. No es que los comportamientos sean la solución matemática, pero sí ir más al grano. Al fin y al cabo, qué haces o no haces a tus colaboradores o con tus colaboradores es el quid del desapego.
Liderazgo público. Supervisión privada.
El liderazgo juega con los aspectos más visibles: resultados, éxito, impacto, televisión, media. La supervisión pertenece al terreno de las bambalinas o los vestuarios. De lo que se cuece ahí pocas veces nos enteramos, aunque se cuele la Reina. Otras veces no nos queremos enterar. Se podría hablar de liderazgo de guante blanco, que se lleva muy bien, por cierto, con el desapego reinante. Pero otra supervisión es posible y necesaria porque si hacemos un poco de caso a la encuesta de Towers Watson, la situación no permite muchas florituras: donde el desapego con la empresa y el trabajo nace, crece, se reproduce y ojalá muera es a nivel de supervisores.
La crisis del liderazgo. La supervisión mínima.
Vicente del Bosque ha hecho mucho daño al líder clásico, carismático, con carácter, mala leche, paternalista, brillantina en el pelo y en el pico. Ya estaba de capa caída y Vicente le ha dado la puntilla. Era muy difícil ser líder cuando ya casi no había seguidores. La crisis del seguidorazgo, que dicen otros. Resulta que se nos han hecho adultos. Ahora se autogobiernan. Vicente ha inaugurado la época de la supervisión mínima, que no consiste más que en ser honesto, cumplir lo pactado y quitar obstáculos para que ellos den lo que pueden dar. ¿Algún desapego en la roja? Si todavía no te has leído nuestra consultoría para el desapego ¿a qué esperas?
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Nuestros servicios para supervisores
– Evaluación 360º y 450º
– Planes de autodesarrollo
– Marketing en el puesto de trabajo
– Marketing personal online